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La improvisación y el cerebro

Cuando bailamos de manera espontánea y libre, sin seguir una coreografía, estamos fomentando la conexión emocional con la música y el entorno, lo que propicia un mejor entendimiento y conexión con el cuerpo. Pero, ¿te has parado ha pensar qué le pasa a nuestro cerebro cuando improvisamos?

Cuando las palabras sobran, la música habla

La Universidad Johns Hopkins de EEUU hizo un estudio a través de imágenes obtenidas por resonancia magnética funcional con músicos de jazz improvisando. Para ello colocaron espejos que facilitaron la posición correcta del músico en la máquina, sin perder la colocación de sus dedos en un piano especial que no contenía piezas de metal. Estas imágenes mostraban la activación de regiones del cerebro relacionadas con el procesamiento sintáctico del lenguaje y la desactivación de otras implicadas en el procesamiento semántico (necesarias para procesar el significado del lenguaje hablado), explicando una nueva relación entre la música y el lenguaje. Descubrieron que la región de la corteza prefrontal dorsolateral del cerebro baja su actividad durante la improvisación, una parte del cerebro estrechamente relacionada con las acciones planificadas y las de autocensura (inhibiciones presentes en otros procesos de aprendizaje convencional).

Ahora sabemos que el lenguaje sonoro puede comunicar de forma más directa un mensaje o una emoción más allá de las palabras, traspasando barreras culturales y lingüísticas. ¿Qué pasa entonces con otras artes relacionadas como la danza o el teatro? La improvisación implica un estado de presencia alerta y sensible. Acepta los movimientos que surgen y los abre al cambio constante, ayudando nuestra capacidad de adaptarnos, un aspecto totalmente extrapolable a nuestra cotidianidad.

Improvisar reduce la ansiedad

La profesora Viola Spolin describe siete aspectos clave de la espontaneidad en su obra “Improvisación en el Teatro”, que a su vez son valores de la improvisación que ayudan a reducir la ansiedad. Curiosamente son muchos de los conceptos con los que nos tropezamos cuando improvisamos al bailar. De hecho, os acabo de hablar de algunas de ellas:

  • Nos permite materializar conceptos y emociones.
  • Nos ayuda a tomar conciencia y explorar otras formas de comunicación.
  • Nos permite trasladar lo aprendido a la vida cotidiana.

Viola pensaba que el juego era otra de las claves, ya que partiendo de una situación ficticia, podemos identificar las normas sociales, aceptar sentimientos, pensamientos y acciones. Improvisar implica a una audiencia que recibe y es partícipe de lo que expresamos, pero no es exclusivamente individual. Improvisar en grupo requiere observación y facilita la escucha activa, nos ayuda a trabajar en equipo, pero lo más importante, facilita la comprensión y el contacto en un entorno social.

Ir más allá de lo establecido y de lo correcto/incorrecto

Me he dejado este punto clave para el final expresamente porque considero que pone sobre la mesa una habilidad imprescindible para cualquier persona en proceso creativo (y para la vida en sí misma): el pensamiento lateral. En la improvisación podemos ver qué pasa en cada caso, recoger todo lo que sucede y aprender de ello, buscando múltiples maneras resolverlo, forma atípicas, utilizando un enfoque fuera de la lógica lineal o de lo esperado.

¿Sabías que la improvisación abarcaba tantos aspectos? Espero que todo ello te anime a verla y a experimentarla de una forma mucha más positiva en clase.


Bibliografía

Monitora de Pilates MAT e Hipopresivos. Certificación de profesionalidad "Condicionamiento físico en sala polivalente" (ROPEC, Cataluña). Profesora de Danza del Vientre, Tribal Fusión y PoiDance (malabar y danza).

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