Danza,  Reflexiones

Bailar para una misma: estereotipos de la Danza del Vientre

Cuando escuchamos las palabras bailarina de danza del vientre a menudo asociamos con un estereotipo de mujer delgada y guapa realizando movimientos sensuales. Suele pasarse por alto que gran parte de esta danza surge en el contexto social y no tanto de las representaciones a cargo de bailarinas profesionales.

Compartir esta danza, o cualquier otra, no significa que sea necesariamente para el disfrute de los demás. Obviamente nos gusta hacerlo bien y que vean nuestros avances, pero no es el objetivo principal. Es tan solo un fin con muchos otros beneficios por medio, como puede ser trabajar: la vergüenza, la confianza, el trabajo en equipo, la superación personal, etc. 

La visión glamurosa de la Danza del Vientre ha sido producto de una sociedad más reciente (s. XX) y en ocasiones, poco comprendida y desinformada. Como ha pasado con otros bailes, como el PoiDance, la danza tradicional fue cambiando para que pudiera llegar y se adaptara también a los gustos del público occidental, que acudía ver estos espectáculos. 

Realmente poco importa el físico, la edad o incluso el género. Con un buen profesional de la mano, todo es adaptable a las necesidades de cada una. Aunque ahora me dirijo a un público femenino con el que acostumbro a trabajar, bien es sabido que los hombres también bailan. Y sí, Danza del Vientre incluida. Por desgracia, he escuchado de primera mano comentarios sexistas, tanto por parte de mujeres como de hombres, del tipo: «pues si bailan hombres entonces muy hombres no serán», «tu pareja estará contenta», «yo ya soy mayor para hacer esto» y otros muchos del estilo, os podéis hacer a la idea. Es una lástima que estas ideas prejuzgadas nos limiten e impidan hacer algo que puede ayudar a nuestro bienestar, además de ofrecernos la posibilidad de conocer y conectar con otras personas maravillosas que comparten nuestras aficiones. 

La danza enriquece cuerpo y mente. La danza activa nuestro cuerpo, lo tonifica y mejora. Nos hace viajar a través de los ojos, la mente y el cuerpo. Nos conmueve, nos hace reír y nos ayuda a liberar tensiones porque saca todo lo que tenemos dentro.

Cuando empezamos a entender cómo se mueve el cuerpo y cómo reacciona a los diferentes ejercicios planteados en clase es cuando empezamos a ser conscientes de que hay algo más detrás. Y es que bailar puede suponer un reto, uno personal que pone sobre la mesa nuestra mochila de emociones, pero también nos libera. Así que poco importa la razón que te haya llevado a clase, porque compartida o no, bailar es para una misma, para divertirse y crecer.

¿Estás de acuerdo? ¿Te has sentido en alguna situación similar? Te leo. 

Monitora de Pilates MAT e Hipopresivos. Certificación de profesionalidad "Condicionamiento físico en sala polivalente" (ROPEC, Cataluña). Profesora de Danza del Vientre, Tribal Fusión y PoiDance (malabar y danza).

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